«Si no cambia el corazón… no cambia el mundo». Hay algo que los hombres y mujeres de hoy queremos ingenuamente olvidar una y otra vez: sin una transformación interior, sin un esfuerzo real de cambio personal de actitud, no es posible crear una sociedad nueva.
Las estructuras, las instituciones, los pactos y los programas políticos no cambian ni mejoran automáticamente al ser humano. Es inútil lanzar consignas políticas de cambio social, si los que gobiernan el país, los que dirigen la vida pública y todos los ciudadanos en general -todos nosotros-, no hacemos un esfuerzo personal para cambiar nuestras posturas. No hay ningún camino secreto que nos pueda conducir a una transformación y mejora social, dispensándonos de una conversión personal.
Ante la acusación de los fariseos a Jesús de que sus discípulos comen con manos impuras… sin lavarse las manos, rompiendo así las tradiciones y prescripciones de sus mayores, que reclaman una serie de rituales externos de limpieza, Jesús les corrige con dureza: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío… Y llamando aparte a sus discípulos les instruye: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Las maldades salen del interior del hombre, de su corazón. Y hace una lista: los pensamientos perversos, los robos, los homicidios, los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad… Todas ellas, que de tantas maneras toman cuerpo en las costumbres, modas, instituciones y estructuras de nuestra sociedad, salen de dentro del corazón.
Es difícil erradicar estos males si no nos revestimos de un corazón nuevo: es necesario armarnos de valores que nazcan de un «corazón nuevo»: es una falsa ilusión, creer que vamos camino de una sociedad más igualitaria, si apenas nadie parece dispuesto a abandonar situaciones privilegiadas y compartir con los más necesitados; es una ingenuidad esperar que la paz llegue con medidas policiales, negociaciones o pactos estratégicos, si no existe una actitud sincera de diálogo, revisión y búsqueda leal de la verdad y el bien común.
¿Puede cambiar mucho las cosas si cada uno de nosotros cambiamos tan poco? Jesús propone «dar la vuelta al corazón». Para el discípulo, la conversión personal es el primer escalón para cualquier cambio de la sociedad. Sólo quien es bueno puede hacer una sociedad mejor.
Tuit de la semana: La conversión del corazón es el motor del cambio social. ¿Trabajo en mi conversión personal o simplemente me quejo de «lo mal que está todo»?
Alfonso Crespo Hidalgo