EUCARISTÍA, SACERDOCIO Y MANDAMIENTO NUEVO. Hoy, es día de recuerdos que suscitan gratitud para los cristianos; recordamos tres regalos de Dios: Eucaristía, sacerdocio y mandamiento nuevo. La conmemoración del atardecer nos sienta a la mesa preparada por Jesucristo, que realiza un gesto sin precedentes: se inclinó ante sus discípulos y les lavó los pies.
Con vivo deseo, como buen judío, celebró Jesús la Cena Pascual con sus discípulos la noche antes de padecer. La cena servía de despedida y anuncio: despedida de su presencia física entre los discípulos y anuncio de otra forma de presencia, en la Eucaristía. En ambos casos, Jesús se desborda en amor: en la despedida, expresando sus sentimientos y deseos más íntimos; en el anuncio, dejándonos un sacramento pascual que adelanta y garantiza el banquete del Reino.
Jesús muestra, en el gesto del lavatorio, su amor a los discípulos, y en ellos a cada uno de nosotros. Y nos invita a que esta fuente de amor se desborde en un amor de unos con otros, proclamando el triunfo de la fraternidad. Hoy, es un día en el que Jesucristo, el Hijo, nos revela a un Dios Padre que ama apasionadamente al ser humano con sus contradicciones y miserias: por ello, levanta de la basura al pobre, cura sus heridas, derriba las posiciones del poderío del orgullo, destruye los muros y rompe las cadenas que atan y secuestran a los hombres, recobrando de este modo la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Es un amor que no excluye a nadie, que sale por los caminos del mundo e invita a los que se encuentran marginados a que entren y se sienten en la mesa del reino. Y este amor recibido como don maravilloso, se convierte en tarea: Os doy un mandamiento nuevo: amaos unos a otros, como yo os he amado.
Durante siglos el único rito que la comunidad celebra el Jueves Santo era el lavatorio de los pies. Jesús lo dejó establecido: Haced lo que yo he hecho. Pero más que la repetición del gesto lo que él quería que se mantuviese es su sentido profundo: vivir en actitud de servicio. Más aún, servir a ejemplo del Señor que hizo lo propio de los esclavos: lavar los pies. El Maestro se coloca a los pies de tanta miseria y desvalimiento de tantos hombres y mujeres descartados y abandonados en cualquier esquina del mundo.
Y para tener fuerzas para el gesto del servicio a los demás, nos da alimento y comida: Este es mi Cuerpo que se entrega: tomad y comed. Ahí, en la eucaristía, está la clave que hace realizable las utopías: no vivir para sí mismo, al ejemplo de Jesucristo. La Eucaristía siempre se desborda en caridad… y el ejercicio de la caridad, si es auténticamente cristiana, anhela siempre sentar a todos en la mesa de la Eucaristía.
Jueves Santo. Amor… y más amor. Amor de Dios, que de desborda en amor fraterno: como servidor de cualquiera. La Adoración ante el Santísimo en los múltiples Monumentos de nuestras iglesias es expresión de una fe que debe situarse en cercanía de tantas personas que sufren.
El Jueves Santo es un amor que se desborda… ¿Soy yo testigo y mensajero de este derroche de amor?
Alfonso Crespo Hidalgo