
Y vosotros ¿quién decís que soy Yo? La pregunta es directa y sugestiva. Jesús, después de un tiempo conviviendo con sus discípulos les pregunta qué piensan de Él. Jesús el Maestro, como buen pedagogo, comienza preguntando de forma indirecta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y los apóstoles responden con respuestas indefinidas: Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, o Jeremías, o acaso otro profeta… Pero Jesús sondea en profundidad a sus amigos y les lanza a la cara una pregunta inquietante: ¿Y vosotros, quién decís que soy Yo? No caben las evasiones, ni irse por las ramas. Es una pregunta directa que tan sólo acepta respuestas sinceras.
Y salta Pedro, el amigo, el que negó tres veces y el que dudó en el agua, pero el que ama sin condiciones. Y su respuesta es clara, como una confesión de amor: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo! Es la respuesta acertada: quien puede hacer esta afirmación está en los cimientos de la fe, en la clave de las enseñanzas del Maestro. Quien puede responder así, ha entendido y aceptado la Buena Noticia del Salvador. Dios se ha hecho hombre como nosotros y comparte nuestra historia: ¿Dios, en Jesucristo se hace de los nuestros!
Jesús premia la confesión de Pedro con un encargo grandioso: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…; tú, Pedro, serás la roca que sostenga los cimientos de mi gran obra, el piloto que dirija la nave de la Iglesia para que lleve a los hombres al Reino. Y nadie podrá contigo, porque yo estaré a tu lado.
En esta mañana de un domingo de agosto, quizás en la relativa tranquilidad de unas vacaciones, podemos recogernos en nuestro interior y sentir la mirada de Jesús que nos dirige la misma pregunta: ¿Y tú, quién dices que soy Yo?
No valen respuestas de memoria arrancadas al viejo Catecismo, respuestas ensayadas por otros. Es una pregunta directa llena de amor, que tan sólo soporta una respuesta desde el amor, con el corazón en la mano: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo!
La fe no es creer en una serie de verdades, o aprenderse de memoria unos mandamientos. Tener fe es encontrarse con alguien, confiar ciegamente en él y estar dispuesto dar la vida por seguirle. La Iglesia, guiada por los sucesores de Pedro, nos afianzan en esta fe y nos sigue proponiendo la pregunta: ¿Quién es Jesucristo para ti? El Señor espera respuestas que salgan de la propia experiencia del trato con él. Tú eres el Hijo de Dios vivo, contestó Pedro. ¿Cuál es mi respuesta?