María, nuestra Madre, lo es todo para los que nos consideramos hijos suyos. Por eso nos sentimos alegres cuando la alabamos y bendecimos. Pronunciar su nombre nos llega de inmensa paz. Si la llevamos siempre con nosotros, seremos los más dichosos. Ella nos guiará siempre por el buen camino, el que nos conduce a su Hijo y hermano nuestro, Jesús.

Es más fácil decir a los demás qué tienen que hacer para ser mejores que dar nosotros el paso para intentar ser buenos cristianos. Predicamos