
¿Tiene medida el amor? Recordemos una vivencia de nuestra infancia. Quizás en el regazo de nuestra madre o de la mano de nuestro padre surge una pregunta que deja al niño pequeño un poco atónito: ¿Cuánto me quieres? La respuesta no es fácil. Y el problema no es la corta edad del niño, sino la dificultad de la medida. ¿Cómo se mide el amor? en metros o en toneladas. Y el niño inventará respuestas infantiles buscando la grandeza de una medida desbordante. Apretando la mano del padre dirá: «¡te quiero un montón!»; o abriendo sus pequeños brazos, queriendo abrazar todo lo que ve, dirá: «mi amor es… ¡así de grande!». Es la medida inabarcable del amor del hijo por la madre.
Hoy es el Corpus Christi. Dos palabras resuenan en el ambiente: Eucaristía y Caridad. Son dos caras de la misma moneda: el Amor. Si nuestro hijo pequeño o el niño de la catequesis nos preguntará sorprendido: ¿Que celebramos hoy?, ¿por qué sacamos al Señor en procesión? Seguro que responderíamos con argumentos y razonamientos bien construidos: hoy, es el día de la Eucaristía. Jesucristo, el Señor, antes de morir por nosotros, resucitar y volver junto a su Padre, quedó prendado en el amor a sus discípulos y quiere quedarse en medio de ellos. Sabedor de la indigencia continua de sus amigos, se queda como alimento. Y en aquella Última Cena, nos deja la primera Eucaristía. Con un mandato de amor: ¡haced esto en memoria mía!
Desde entonces los cristianos celebramos la Eucaristía, comemos el cuerpo del Señor y saciamos nuestra ansia de eternidad… Eucaristía es Pan que da vida, don primordial de Dios al hombre. Así lo relata san Pablo a los fieles de Corinto: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he trasmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciado la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros… Lo mismo hizo con el cáliz… Así, lo seguimos haciendo cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, proclamando la muerte del Señor, hasta que vuelva.
El Evangelio de hoy narra el episodio de la multiplicación de los panes. A Jesús le escucha una muchedumbre hambrienta. Y el Maestro requiere de sus discípulos: Dadles vosotros de comer. La respuesta de los apóstoles mide lo que tienen en su zurrón: No tenemos más que cinco panes y dos peces… Pero Jesús mira en su corazón y de su profundo amor por nosotros saca el milagro: tomando los cinco panes y los dos peces, alzo la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que los repartiesen… Constata el evangelio: comieron todos y se saciaron. Y no pudo ser de otra manera. Aquella multiplicación del pan es un signo de la Eucaristía, del amor de Jesucristo que se queda con nosotros; amor multiplicado y hecho caridad.
El Día del Corpus, los cristianos, unimos Eucaristía y la mejor Caridad. Y en una procesión de amor, proclamamos, abriendo los brazos al infinito, como el niño pequeño ante el amor de su madre, que Dios tiene hacia nosotros un amor… ¡así de grande!
Tuit de la semana: Eucaristía y caridad, son dos caras de la misma moneda. ¿Celebro la Eucaristía con amor y practico la caridad con generosidad y entrega?
Alfonso Crespo Hidalgo