Lo grande germina desde lo pequeño. Decía Benedicto XVI: «Las grandes cosas comienzan siempre en un grano de mostaza y los movimientos de masas tienen siempre una breve duración». Al papa Benedicto le gustaba citar con frecuencia la parábola del grano de mostaza: el grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas, pero se convierte en la más grande de todas las plantas de modo que las aves del cielo se cobijan a su sombra. Esta parábola pone en evidencia el principio operante en toda la historia de Dios con la humanidad que Benedicto XVI ha definido como: «predilección por lo pequeño».
En la inconmensurable vastedad del cosmos y entre la infinita cantidad de planetas y galaxias, Dios ha elegido la Tierra, este pequeño grano de polvo, para mostrar su salvación. Sobre esta pequeña tierra, Dios ha elegido de entre todos los pueblos a Israel, un pueblo insignificante en el plano político, como protagonista de su historia con nosotros. En Israel, Dios ha elegido la modesta aldea de Belén para acercarse como hombre a nosotros. En Belén, Dios ha elegido a una mujer desconocida y poco importante, María, para poder entrar en nuestro mundo. A lo largo de la historia de la Iglesia, Dios ha llamado a los más sencillos para que, sumergiéndose personalmente en el Evangelio, renovasen a su Iglesia desde dentro.
El grano de mostaza no es sólo una comparación de la esperanza cristiana, que crece lentamente, sino que evidencia también que lo grande nace de lo pequeño no por medio de cambios revolucionarios y porque los hombres asumamos la dirección de ello, sino porque esto ocurre de modo lento y gradual, siguiendo una dinámica propia. Frente a esto, la actitud cristiana sólo puede ser de amor y paciencia; la paciencia es la forma cotidiana del amor.
En la parábola del grano de mostaza, el acento no está puesto en la planta que se vuelve grande, sino en la pequeña semilla y en la esperanza puesta en su tranquilo crecimiento, en la paciencia. Dios mismo juzga y aprecia la paciencia como hermana particularmente sensible del amor y por este motivo hace continuamente surgir lo grande de lo pequeño. Nosotros, sin embargo, quisiéramos, con nerviosa impaciencia, tener muy velozmente un árbol robusto con abundantes pájaros en sus ramas, deseando divisar de inmediato un resultado grandioso. El Reino de Dios es humilde como una semilla de mostaza; Dios la hace crecer, incluso cuando dormimos.
Tuit de la semana: El ejemplo arrastra y ayuda a propagar la fe. No esperemos masas de seguidores. ¿Sé trabajar con humildad, sin buscar resultados espectaculares?
Alfonso Crespo Hidalgo