
Jesús es radical en sus planteamientos. No le gustan las medias tintas, las palabras confusas o las indecisiones egoístas. Por eso, cuando comienza su proyecto evangelizador y busca colaboradores, se dirige a una serie de hombres con una invitación tajante: «Sígueme». No deja Jesús dudas en su invitación. Jesús invita con autoridad, y espera respuestas claras: «Ellos, dejándolo todo le siguieron». Este radicalismo evangélico es la base del seguimiento de Jesús. Uno lo deja todo por alguien a quien ama. La pregunta de Jesús es radical porque es una pregunta de amor, y la respuesta de los discípulos tiene la fuerza de quienes responden al amor con amor. No caben aquí los cálculos de interés.
El evangelio de hoy nos muestra un relato de la vocación de Pedro que difiere de los otros evangelistas. Jesús ha pedido ayuda a Pedro para que su barca se convierta en un púlpito en el mar desde el que predicar a la multitud agolpada en la orilla. Luego le invita a que retome su tarea: «remar mar a dentro y echar la redes para pescar». Pero el desilusionado Pedro le responde: «ya lo hemos intentado toda lo noche y no hemos pescado nada». Pero, incluye una expresión cargada de esperanza: «porque tú lo dices echaré las redes». El desenlace es llamativo: cogieron gran cantidad de peces, hasta casi hundirse la barca.
Ante esta pesca milagrosa, Pedro inclina su cabeza y depone su desconfianza en aquel aparente hombre normal y exclama, como una confesión de fe: «Apártate de mí, Señor, que soy un pobre pecador». Y el rudo pescador escucha unas palabras cargadas de dulzura: «No temas, Pedro, desde ahora serás pescador de hombres». Es una invitación del Maestro a seguirle. El evangelio puntualiza: «sacaron la barca a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron».
Seguir a Jesús no es fácil. Vivir el estilo evangélico supone aceptar las dificultades propias de una vida nueva. Como nos dice el Evangelio «hay que aceptar pasar noches enteras faenando sin pescar nada». El seguimiento de Jesús es difícil si contemplamos solo nuestras propias posibilidades. La fuerza de la vocación no reside en las solas fuerzas de quien responde, sino en la fuerte voluntad de amor de Aquel que nos llama. La llamada de Jesús, va siempre acompañada de un raudal de gracia que hace posible lo imposible.
Así, aquellos primeros discípulos, por la gracia de la vocación, la fuerza de la llamada, cambiaron radicalmente su vida: de simples pescadores anónimos, perdidos en la noche sin pescar nada, pasaron a ser «pescadores de hombres», fiados en la palabra del Maestro. Y Pedro, el hombre de la duda, al recibir la mirada del Amigo y Señor, se convertirá en la mano derecha del proyecto salvador de Jesús, sobre la roca de su nombre se apoyará su iglesia.
Hoy la llamada del Maestro a seguirle va dirigida a nosotros. Es la llamada que recibimos en nuestro Bautismo y que, como un eco, se extiende en las diversas etapas y circunstancias de nuestra vida. La propuesta de Jesús sigue viva: «¡Sígueme!». Y se siguen buscando corazones en los que resuenen la propuesta del Maestro.