
Jesús es radical en sus planteamientos. No le gustan las medias tintas, las palabras confusas, o las indecisiones egoístas. Le gusta el «sí es sí» y «no, es no». La llamada de Dios, siempre es directa y personal, y aguarda respuestas claras y comprometidas.
Isaías, al contarnos su vocación de profeta, en la primera lectura, narra la rotundidad de su respuesta a la súplica del Señor que busca a quien enviar para alentar a su pueblo, que vive en momentos de angustia: Aquí estoy, mándame.
Jesús, cuando comienza su proyecto evangelizador y busca colaboradores, se dirige a una serie de hombres con una invitación tajante: Sígueme. No deja Jesús dudas en su invitación. Ni siquiera plantea una posibilidad de «sí quieres, puedes seguirme». Jesús invita con autoridad, y espera respuestas comprometidas: Ellos, dejándolo todo le siguieron.
Pero los discípulos, cargados de humanidad, son débiles: su sí primero, a veces se balancea en las dudas… El relato evangélico de hoy es un ejemplo: el Maestro, atosigado por la muchedumbre hasta arrinconarlo en la orilla, sube a la barca de Simón y la convierte en púlpito para anunciar su Buena Noticia. Y terminada su enseñanza, pide a Simón que vuelva a su tarea: Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar… Simón Pedro le responde desde su lógica: Hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada… Pero el discípulo, mirando al Maestro, confiesa: pero, porque Tú lo dices, echaré las redes…
La confianza del discípulo en su Maestro tiene recompensa: hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a romperse…Pidieron ayuda a los compañeros de la otra barca, y llenaron las dos. Simón Pedro, admirado y quizás aterrado, se echa a los pies de Jesús y le dice: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador… Los demás discípulos, espectadores del suceso, entre ellos, Santiago y Juan hijos de Zebedeo, también eran presos del estupor… Y el Maestro sale a su rescate con palabras cargadas de ternura, y dice a Simón: No temas, desde ahora serás pescador de hombre
Seguir a Jesús no es fácil: hay que aceptar pasar noches enteras faenando sin pescar nada. Sin embargo, el seguimiento es posible y se convierte en un camino de vida si nos fiamos de Aquel que nos ha llamado. La firmeza de la vocación no reside en las fuerzas de quien responde, sino en la fuerte voluntad de amor de Aquel que nos llama. La llamada de Jesús, va siempre acompañada de un raudal de gracia que hace posible lo imposible: aquellos hombres, pasaron de ser simples pescadores anónimos, perdidos en la noche sin pescar nada, a ser pescadores de hombres, fiados en la palabra del Maestro. Hoy, repetimos sus nombres.
Cada uno de nosotros hemos sido llamados a ser discípulos en nuestro Bautismo. La propuesta de Jesús sigue viva: ¡Sígueme! ¡Se buscan corazones en los que resuene la propuesta del Maestro! Corazones valientes que mantengan su «sí primero».
Tuit de la semana: En el Bautismo fui llamado a ser discípulo de Jesús. ¿Respondo con valentía o me refugio en la comodidad de mis vacilaciones?
Alfonso Crespo Hidalgo