
«Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros». Con estas palabras, mirando fijamente a Judas, Jesús comienza a despedirse de sus colaboradores más íntimos, de los apóstoles. Pero aún le queda tiempo para resumir su estancia histórica en medio del pueblo con una síntesis de todo su mensaje: Os doy un Mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Es el Mandamiento nuevo, convertido hoy en el mandamiento de siempre. Porque no hay mandamiento que no hunda sus raíces en éste: es el mandamiento que da vida y energía al resto de las normas de nuestra vida cristiana.
San Pablo explicaba a las primeras comunidades la vida moral del cristiano con una reflexión sencilla: si eres cristiano… actúa como cristiano. Es lo que se llama en moral el indicativo y el imperativo paulino.
El indicativo nos dice lo que somos: ¡somos hijos de Dios! Y esto exige profundizar en nuestra condición de creyentes. Pablo y Bernabé, apóstol y discípulo, emplearon todas sus energías en predicar el Evangelio de Jesús, y ensancharon los horizontes del Reino de Dios hacia fronteras insospechadas y culturas nuevas. Se iban sumando nuevos gentiles al Reino de Dios. Y ellos se sentían instrumento de la acción divina. Pero no es suficiente ser cristiano. La identidad debe de contrastarse continuamente con la expresión de la misma en todas las actividades de la vida. El ser se complementa con el hacer.
Y en esta correlación surge el imperativo cristiano: hay que hacer honor al nombre que llevamos, si somos cristianos, actuemos como Cristo. Y Cristo nos dejó una consigna primordial: ¡Amaos! Y a este amor le puso una medida: como yo os he amado. Y puntualizó: ¡Nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos! Y a nosotros nos contó entre ellos.
El amor es el distintivo cristiano. Por el amor recíproco se define la condición cristiana. La moral cristiana no surge de un conjunto de leyes y normas, sino que brota de una Persona que se convierte en norma de todo. Y así el seguimiento de Jesús se hace fuerza revolucionaria que cambiará el mundo, como profetiza el libro del Apocalipsis: Ahora hago el universo nuevo: sin muerte, ni llanto, ni dolor.
Desde la Resurrección de Cristo, el amor todo lo hace nuevo.
Alfonso Crespo Hidalgo