Claro que Jesús es rey. Pero no un rey al estilo mundano. Él no quiere coronas de perlas preciosas ni cetros de oro. Tampoco desea estar sentado en un trono para desde allí ordenar a sus súbditos lo que tienen que hacer. Jesús tiene por trono un madero, por corona unas espinas y por cetro su mano abierta siempre para ayudarnos a ser hermanos los unos de los otros, para acompañarnos en nuestros momentos duros, para levantarnos cuando caemos en el camino. Jesús es rey que quiere liberarnos de todas las esclavitudes y llevarnos a su reino convirtiéndonos en soberanos con él.
Desde los comienzos de la historia del cristianismo se ha venido insistiendo en que el amor es el mandamiento esencial que Cristo nos ordenó practicar