Salgamos de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios, que está presente en los hombres que nos rodean. Sepamos estar atentos a las personas que nos necesitan. Echemos una mano a quienes vemos débiles. Respondamos con una sonrisa a quien está triste. Compartamos nuestra mesa con los que tienen hambre de pan. Alentemos a los deprimidos. Acojamos a los que carecen de todo. Demos amor, sin quedarnos nada para nosotros.
No son los otros quienes han de cambiar este mundo dividido, con guerras, odios y miserias humanas; esta tarea la tenemos encomendada quienes creemos en