24 diciembre
La Puerta Santa de la basílica de San Pedro suele ser la primera puerta que se abre y que identifica el inicio del Año Santo. El primer registro de este rito en la Basílica de San Pedro se remonta al año 1.500, con el Papa Alejandro VI.
El papa Francisco empuja las puertas de forma simbólica y será el primero en cruzar la Puerta Santa, besará las jambas y hará profesión de fe. Al golpear la Puerta Santa, el Papa, pronuncia las palabras: «Abridme la puerta de la salvación», recordando el Salmo 118. La puerta permanece abierta en todo momento para el paso de los peregrinos. Con este gesto, no sólo se posibilita vivir plenamente la indulgencia ligada al Año Santo sino también significar que el propio camino de conversión viene por el encuentro con Cristo, la «puerta de la salvación».
A través de la Puerta Santa se entra en la basílica de San Pedro, el santuario que custodia la tumba y las reliquias del apóstol que Jesús quiso poner a la cabeza de su Iglesia: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16,18). Este texto evangélico está escrito, a grandes caracteres, en el ábside la de basílica. Dos grandes artistas, Miguel Ángel y Bernini, han entregado su ingenio creador para significar la grandeza de esta construcción: Miguel Ángel quiso que toda la estructura de la basílica tuviera como centro la tumba de Pedro y así lo señaló con la majestuosa cúpula que la corona y que atrae la mirada de quien peregrina a la ciudad eterna. Después Bernini, la señalará dentro de la misma basílica y debajo de la cúpula, con un majestuoso baldaquino, el llamado altar de la confesión, edificado sobre la tumba custodiada en la catacumba.
Antes de llegar a este altar, el peregrino encontrará a su derecha, en la última columna, una escultura de san Pedro en bronce, con el pie gastado por el toque y el beso de millones de peregrinos. Es un signo que no se detiene en la materialidad de la escultura, sino que expresa el afecto y asentimiento debidos al Papa, sucesor de Pedro. La grandiosidad de la basílica no puede distraernos de su significado espiritual. El creyente, ve en el templo el símbolo de la Iglesia, y cree firmemente que aquellas piedras con las que se construye la morada de Dios en medio de los hombres no son sino el signo de todo bautizado que participa en la construcción del reino de Dios en la tierra. Así lo expresa el mismo Pedro, en su primera carta: Cristo es la piedra viva desechada por los hombres, escogida y estimada por Dios; por eso, acercándoos a él, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de un templo espiritual y formáis un sacerdocio santo… (1Pe 2,4-5).
En 1949 se convocó un concurso para la realización de la Puerta Santa para el Jubileo que habría de celebrarse al año siguiente. Este concurso lo ganó el escultor Vico Consorti, que llevó a cabo su realización en 11 meses, a tiempo para su inauguración en la Nochebuena de 1949. El tema que el escultor siguió para la realización de los paneles que después conformarían la puerta fue dictado por las palabras del Papa: «Concede, oh, Señor, que este Año Santo sea el año del gran retorno y del gran perdón».
El ciclo escultórico narra la historia de la humanidad en dieciséis paneles desde El Pecado y la Expulsión del Paraíso Terrenal, hasta las apariciones de Cristo resucitado a Tomás y a todos los Apóstoles reunidos, y la imagen de Cristo como puerta de salvación en el último panel.
Peregrinación interior. Acompañemos con nuestra oración este rito, unidos al Papa y todos los peregrinos del mundo. Preparemos la peregrinación hasta nuestra Catedral (29 de diciembre), que simboliza la apertura del Jubilo en la diócesis.