
El cristianismo es un mensaje de vida. El Año litúrgico va llegando a su fin. Llega al compás del año natural con este otoño que evoca el final del ciclo anual. La celebración de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, ha dirigido nuestra mirada hacia el paso del tiempo. Los últimos domingos del Año litúrgico se caracterizan por una honda reflexión acerca de la vida eterna. Y no precisamente para infundir miedo, sino para alimentar la esperanza. De esta virtud nos hablan las lecturas de hoy.
«Una trampa saducea». Así se define una pregunta hecha con maldad para coger al otro. Una pregunta que tiene difícil salida. Su nombre viene de los saduceos, un «grupo de presión», junto a los fariseos, pero que se distinguían de estos porque ellos negaban al resurrección. Pues bien, los saduceos, quieren meter en un lío a Jesús con una pregunta para cogerlo y dejar en ridículo al grupo opositor de los fariseos que sí afirmaban la resurrección. Se inventan una historia con cierto acento morboso para hacer caer en el ridículo al grupo contrario. Presentan e caso, ficticio, de los siete hermanos que se van casando con la misma mujer, al morir uno tras otro sin tener descendencia, cumpliendo así lo que marca la Ley. Y una pregunta final, «una trampa saducea»: Cuándo llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?…
Cuando esperaban haber acorralado a Jesús se dan cuenta que han caído en su propia trampa. Jesús les desmonta una forma burda de imaginar la resurrección. La vida eterna es otra cosa, seremos como ángeles… Y con respecto al trasfondo de su pregunta: la resurrección, les responde con la autoridad de Moisés, al que ellos mismos invocan: Que los muertos resucitan, lo indica el mismo Moisés, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos.
La muerte es un hecho concluyente, pero dependiendo de la fe en la vida así se aceptará la muerte. La Resurrección rompe todos los cánones de los criterios humanos: su fuerza es divina y no se rige por las leyes humanas. Por ello, no vale la pena investigar mucho cómo será «la otra vida», sino recrearnos en la recomendación del Señor: El Dios de nuestros padres, no es Dios de muertos sino de vivos. La Resurrección de Cristo es el mejor aval de que la vida ha vencido a la muerte. Y todos estamos convocados a una «vida eterna».
La historia de los hermanos Macabeos es un canto a la resurrección. Era una saga de valientes. Impresiona ver a la madre y sus siete hijos ante el poder omnipotente del rey. Aceptar el martirio personal ya es un acto heroico, pero presenciar el martirio de siete hijos es una gesta impresionante. ¿Qué fuerza puede vencer el miedo a la muerte? Para ellos existía un más allá: la esperanza es la fuerza de su heroísmo. En ellos se cumple el deseo del san Pablo a los Tesalonicenses: Que el Señor consuele vuestros corazones para que améis a Dios y esperéis en Cristo. Ya Pablo nos dejó una frase concluyente: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. El creyente cristiano es el que dirige su oración y su súplica, su acción de gracias y su alabanza por medio del Resucitado al Dios de vivos que nos creó un día, nos sostuvo en la vida y nos espera al final de nuestro camino.
Tuit de la semana: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. ¿Cuál es mi actitud ante la muerte: miedo o esperanza? ¿Creo en la Resurrección?
Alfonso Crespo Hidalgo