Quienes triunfan ante Dios no son los más guapos. Ni los más ricos. Ni los más sabios. Los que están más cerca de Él son los que saben reconocer sus limitaciones. Los que no se enorgullecen de sus talentos, sino que los ponen al servicio de las demás. Porque no son propiedad suya, sino que les han sido cedidos gratuitamente.
Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que