Los santos nos han dado innumerables ejemplos de que la vida de los creyentes es una permanente carrera hacia el encuentro con Dios y con los hermanos. Estamos llamados a caminar, sin desfallecer, para alcanzar la meta y, con ella, el premio que se nos ha prometido. No desfallezcamos, aunque encontremos muchos inconvenientes en el camino. Vayamos veloces y alegres, porque ni siquiera el cansancio de nuestra naturaleza humana será capaz de privarnos del gozo de ser amigos del Señor.

Como miembros de la Iglesia que fundó Cristo, estamos llamados a ser misericordiosos con los demás, creyentes o no, pecadores o santos, y a mostrarles