Si realmente queremos ser cristianos de verdad, fijémonos en María, nuestra madre en la fe. Ella siempre estaba dispuesta a servir a los demás. Renunciaba a sí misma por hacer la voluntad del Señor. También nosotros hemos sido llamados a entregarnos a los más necesitados, empezando por los que están más cerca. Los pobres, los marginados, los que viven solos, los excluidos de la sociedad deben ser nuestra preferencia. Como lo fueron de Jesús, de María y de todos los que viven el cristianismo fielmente.

¡Basta de quejas sobre lo mal que está todo! ¡Basta de añoranzas de pasados tiempos que, al parecer, fueron mejores! Compartamos la alegría de ser