Es fácil caer en la tentación de responder de forma irascible cuando nos llevan la contraria o nos vilipendian, acertada o equivocadamente. Pero lo correcto es mantener la calma, sosegar nuestra alma y no devolver mal por mal, sino responder con el bien, que puede ser una sonrisa, un no dar importancia a lo que dicen de nosotros, e, incluso, perdonar de corazón a quien intenta ofendernos. Porque si somos capaces de dominarnos allanaremos todos los caminos de las relaciones humanas, por muy defectuosos que parezcan.
Se nos ha dado la fe no para que la tengamos como cosa propia, uso particular y gozo personal, sino para que las transmitamos a