Cuando decimos que amamos, si no lo acompañamos con hechos que demuestren este amor, nos estamos engañando a nosotros mismos. Y amar conlleva amar más, no cansarnos nunca de amar, porque en ese amor, que es la entrega total, está la recompensa que Dios nos da. No podemos quedarnos en amar solamente un poco, sino que hemos de lanzarnos a amar hasta el tope máximo. Así nos amó Jesús, que se dio por nosotros totalmente.

No seamos impacientes ni abandonemos el camino ante el primer impedimento que encontremos en él. A la meta se llega con esfuerzo, sacrificio y perseverancia.