La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de nosotros que queramos ser fieles a Él, por encima de todo. Nuestra voluntad para caminar por el camino adecuado es fundamental. Depende de nosotros, de cada uno. Si humildemente nos echamos en manos de Dios, renunciando a nuestros caprichos, podremos conseguir llegar a ser santos

Como miembros de la Iglesia que fundó Cristo, estamos llamados a ser misericordiosos con los demás, creyentes o no, pecadores o santos, y a mostrarles