Nos resulta mucho más cómodo y placentero ver los defectos que tienen los demás que examinarnos a nosotros mismos. Nuestra debilidad humana es más propensa a ver una paja en el ojo del vecino que una viga en el nuestro. Lo correcto, para un buen cristiano, es centrarnos en descubrir nuestras debilidades, que tenemos muchas y grandes. Las de los demás, nosotros hemos de pasarlas por alto. Porque no nos deben atañer. Bastante tarea tenemos por delante para despojarnos de las nuestras. Mucho mejor nos iría si dejáramos de preocuparnos de lo que los demás no hacen bien.

Resulta muy fácil escabullirse entre las mentiras, las medias verdades y los silencios cómplices. Porque, a menudo por no decir siempre, decir la verdad conlleva