Sólo Tú, Señor, puedes transformar nuestros corazones para que sepamos vivir en paz, para que no tengamos miedo a ser delatados como siervos tuyos, para que la alegría de la fe en ti nos empape. Sólo Tú puedes liberarnos de las esclavitudes mundanas y de los egoísmos aniquiladores de la persona. Que perdamos el miedo a gritar con los niños judíos que acudieron a recibirte con palmas y ramos: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Que comprendamos que solo Tú eres la fuente de la que mana la alegría plena.

Jesús nos dejó a su madre por madre nuestra. Está siempre dispuesta a escucharnos para ayudarnos en nuestras necesidades. Acerquémonos a ella sin miedo. Como