La Navidad... no es un cuento
TODO LO QUE NOS RODEA NOS ADVIERTE QUE ES NAVIDAD: el alumbrado, los escaparates, la música, el humo caliente de las castañas asadas que saltan en nuestras manos… Todos los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto nos traen a la memoria esta fiesta entrañable. Aunque el capricho del cambio climático -la ausencia de frío y la escasez de agua- nos preocupan, la fidelidad de las estaciones nos anuncia que hemos inaugurado otro invierno. Y, este año, a cara descubierta: esperamos, ¡y ardientemente anhelamos!, que sea una Navidad cargada de cierta tranquilidad ante el riesgo de contagio y que facilite el deseo de encontrarnos, estrechándonos con abrazos.
LA NAVIDAD TIENE EL ENCANTO DE LOS CUENTOS: dulzura, imaginación, personajes extraordinarios, sucesos maravillosos… pero, la Navidad ¡no es un cuento! No es una fake news que promueve el consumo. La Navidad es una noticia real, que colma de esperanza los corazones de los que la reciben con la sencillez de los niños. Por eso, son los pequeños los embajadores más entusiastas de esta noticia que pregonan con medias palabras y deseos confesados: «¿Cuánto duran las vacaciones de Navidad?», «¿Cenamos en casa de los abuelos o vienen ellos?», «Ufff… ¡No sé qué pedir a los Reyes…!»
PERO, LA NAVIDAD NO ES UN CUENTO. Aunque la contemplación de un Belén aviva los cinco sentidos: el gusto del polvorón, el deslumbre de las luces, el olfato de leña quemada, el son de los villancicos, y hasta el tacto del papel de regalo, es necesario activar «el sexto sentido»: la Navidad es un Misterio y requiere ser contemplada con el sexto sentido de la fe. Una fe sencilla pero no ingenua. Hoy, cuando se debilita la fe, el asombro ante el Misterio de la Navidad parece decaer: los niños impulsados por el consumo no esperan ya a los Reyes, como el único regalo; los adolescentes, refugiados en sus móviles, se ven demasiado mayores para repartir besos gratuitos a los mayores; los jóvenes, ensimismados, proyectan sus agendas no hacia la mesa familiar de la noche del 24 de diciembre, sino hacia la vigilia nocturna del 31, angustiados por la mejor vestimenta y ensayando la respuesta a la advertencia materna: «¡Ten cuidado!»; y los más maduros, quizás nos refugiamos en la monotonía y la desgana: «¡A ver si pasan estos días..!».
NO PODEMOS PERVERTIR EL MISTERIO DE LA NAVIDAD. La Navidad es la actualización de la mejor noticia que ha recibido el ser humano: «Dios se hace Niño»; el Dios de los cielos, se abaja a la tierra y nace en un pueblo insignificante del mapa: Belén. Desde entonces, aquella aldea se ha convertido en el pueblo más famoso, que se cuela en un rincón de infinitud de hogares: sacamos del altillo del armario una mula y un buey, una cuna y un Niño y el aliento de amor de María y José… y ¡hemos montado el Belén! No hay Navidad sin Belén, como no hay vida sin esperanza.
LA NAVIDAD ES UNA FIESTA SIN «DERECHO DE ADMISIÓN». Aunque la fe, como una lluvia de gracia, no se haya depositado todavía en millones de personas, la Navidad es una fiesta a la que están invitados todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Para participar en ella, es suficiente acreditarse con el corazón. Pero, para que quepamos todos, no se puede desvirtuar el encantamiento del Misterio, confiando estas fiestas al símbolo de un árbol deslumbrante sin raíces que lo alimenten, o felicitándonos con un correcto y genérico: «¡Felices fiestas!», pronunciado con más entusiasmo que motivos. Los creyentes, aunque seamos mediocres, esperemos la Navidad de este año con renovado deseo de superación y capacidad de asombro: ¡una Navidad más, gracias a Dios! Sí, gracias a Dios… porque si expulsáramos a Dios de esta fiesta, entonces sí se convertiría en un cuento.
VIVAMOS LA NAVIDAD CON «EL ENCANTAMIENTO DE LA FE», porque una Navidad sin Misterio destruiría, inconscientemente quizás, la esperanza de felicidad eterna que anida, a veces de forma secreta, en multitud de hombres y mujeres: ¡quizás, también en nosotros! Abriendo los ojos dormidos del niño que cada uno llevamos dentro, contemplemos el Belén familiar, dando vida con nuestra ilusión a las viejas figuras de barro: no miremos si a la imagen del Niño se le ha roto un dedo o si a la burra le falta la oreja. Con el sexto sentido de la fe, «contemplemos el Misterio» con el asombro de la ingenuidad infantil, con los ojos vidriosos de la emoción de los ancianos… y colguemos en nuestro corazón un cartel de bienvenida al Hijo de Dios que nace: «JESÚS, ¡QUÉ BUENO QUE VINISTE!».
¡¡ FELIZ NAVIDAD 2022!!
Alfonso Crespo Hidalgo
Parroquia de San Pedro. Málaga