«Señor, danos de ese pan», piden los discípulos al Maestro. Acababan de recoger las sobras de la comida abundante de la multiplicación de los panes y, ahora, el Maestro les habla de otro pan y de otra comida. Jesús, comienza el discurso «sobre el pan de vida», recogido en el capítulo 6 del evangelio de san Juan, que leeremos durante cuatro domingos seguidos. Jesús, pedagogo ejemplar, parte de la experiencia del pan comido en abundancia para introducirnos en uno de los secretos del Reino: el pan de la Eucaristía, que alimenta para la vida eterna.
El pueblo le busca con ahínco y Jesús les descubre sus motivaciones: me buscáis porque comisteis pan hasta saciaros… y les urge: trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna… La muchedumbre, con el estómago lleno acepta la oferta y le reclama: Señor, danos siempre de ese pan. Y Jesús les sorprende, dándose él mismo como alimento: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás. Quedan atónitos y se preguntan sobre este nuevo manjar.
Hay una diferencia substancial entre comer y vivir: comer es una necesidad fisiológica vital, pero no simplemente por comer bien se vive mejor. Hay quien, incluso, hace dieta para poder vivir. La sociedad que nos rodea cree, a veces, que lo tiene todo resuelto porque tiene el suficiente poder para auto abastecerse. Ha roto sus relaciones y ligaduras con todo aquello que no sea puramente material o productivo: incluso, ha borrado de su agenda a Dios, como señal de autosuficiencia. Se piensa que los problemas sólo se pueden resolver produciendo más.
Pero el hombre es algo más que simple estómago: No sólo de pan vive el hombre. En nosotros anida la imagen de Dios: somos hijos de un Padre, redimidos por el sacrificio del Hijo de Dios, y guiados por su Espíritu. Nuestro cuerpo es morada mortal de algo incorruptible, que peregrinando en la vida aspira al Reino eterno: esa «otra dimensión de lo humano», la dimensión espiritual, que también necesita de alimento: si el hombre quiere vivir como persona, deberá alimentar su espíritu y hacer de su cuerpo, como dice el poeta, «una posada amable».
De este «otro alimento» nos habla hoy Jesús: Yo soy el pan de vida, nos dice, y se ofrece. La unión con Jesús, expresada en los sacramentos y la oración personal; la íntima relación con Dios que nos hace sentirnos hijos y hermanos; vivir la grandeza de la fe que empuja la esperanza y florece en caridad, es un estilo de vida que hace «vivir de otro modo». Y necesita un alimento oculto que robustece el espíritu y da energía para peregrinar en esta vida y alcanzar la meta del cielo. Pero, el ser humano es contradictorio: habiendo gustado el mejor alimento: Jesucristo, pan vivo bajado del cielo, sin embargo, se acuerda de las ollas de la esclavitud de Egipto. Y prefiere comer bien, aunque sea esclavo, antes que vivir en la libertad de los hijos de Dios.
Tuit de la semana: La Eucaristía está tan alcance de nosotros que podemos caer en la rutina. ¿Valoro la facilidad con la que puedo participar de la Eucaristía?
Alfonso Crespo Hidalgo