Son las personas, con sus necesidades, defectos y virtudes, a las que debemos servir, como consecuencia de haber recibido la gracia de ser creyentes en Cristo. Si no vamos a su encuentro, estaremos desperdiciando nuestras vidas, pues no hacemos uso de la gracia recibida. No nos quedemos cruzados de brazos esperando que vengan a exponernos sus necesidades. Seamos prestos a salir de nuestra comodidad para remediar los males de los hermanos.
Desde los comienzos de la historia del cristianismo se ha venido insistiendo en que el amor es el mandamiento esencial que Cristo nos ordenó practicar