Para ser felices en esta vida debemos empezar por quejarnos menos de lo que nos quejamos ante cualquier adversidad que se nos presenta. Cuando lamentamos que no tenemos la salud que queremos para nosotros y que otros sí tienen, o no se nos dan las oportunidades que anhelamos, o no disponemos de los medios materiales que tienen otros, estamos desperdiciando la oportunidad de vivir con la dignidad que Dios nos ha concedido como hijos suyos que somos. Y despreciamos el auténtico valor de la vida, que es aceptarla sin peros ni falsas aspiraciones.
Desde los comienzos de la historia del cristianismo se ha venido insistiendo en que el amor es el mandamiento esencial que Cristo nos ordenó practicar