Como humanos que somos, con todas nuestras debilidades, tenemos nuestra sensibilidad a flor de piel y sufrimos cuando nos critican y nos enorgullecemos si nos alaban. Eso, ante Dios, poco o nada cuenta. Él sabe cómo somos, conoce nuestras miserias, también nuestros esfuerzos por intentar salir de ellas y vencerlas. Por lo tanto, no intentemos engañarnos a nosotros mismos. Intentemos, más bien, en esforzarnos por ser mejores cada día, que eso sí nos hace avanzar en el camino que hemos de recorrer como creyentes en el Señor Jesús.

Jesús nos dejó a su madre por madre nuestra. Está siempre dispuesta a escucharnos para ayudarnos en nuestras necesidades. Acerquémonos a ella sin miedo. Como