Sabemos que Ella, la Madre, está siempre a nuestro lado, echándonos una mano cuando lo necesitamos, manteniéndonos firmes en los momentos de flaqueza, orientándonos cuando estamos desorientados… ¡Qué alegría tan inmensa poder sentirnos siempre protegidos por María! No dejemos de acudir a ella en todos los momentos. Nos espera con sus brazos abiertos para que sintamos su amor maternal.

Los cristianos que tratamos de seguir fielmente las enseñanzas de Jesús no debemos encerrarnos en nuestro pequeño mundo geográfico o mental. Hemos de estar abiertos