Hay injusticias, sí. En derredor nuestro y en nosotros mismos. Pero son consecuencia de la imperfección humana. De nuestra libertad no ejercida correctamente. En nuestras manos está transformar en bien lo que vemos que está mal. Podemos hacer mucho en este campo. Quejarnos diciendo que este mundo es un asco no es de cristianos. Hay que transformarlo. Estamos llamados a hacerlo.
¿Hay mayor amor que el que nos da Jesús, nuestro Dios y Señor? Murió por nosotros en una cruz, como el peor de los malhechores.