La Navidad es una de las épocas más bonitas del año. Alegrarnos de la venida del Señor y disfrutar del amor de los nuestros es lo que realmente colma de felicidad nuestros corazones. Sin embargo, en estos momentos de regocijo no debemos nublarnos y olvidar de aquellos que por diversas circunstancias de la vida no tienen la dicha de poder disfrutar de esta fiesta.
Esta fue la razón por la cual un grupo de jóvenes de la Parroquia de San Pedro, decidimos compartir la alegría de la Navidad y quienes mejor que nuestros mayores los cuales han sacrificado su vida para que podamos estar aquí. Cáritas tiene en Málaga un bello proyecto de amor el cual brinda la oportunidad a personas mayores que no pueden permitirse una vivienda un techo en el cual vivir, pero sin perder la libertad de seguir realizándose como personas autónomas.
Tras una breve presentación del proyecto, nos dirigimos a cruzar el umbral de aquel pequeño bloque que se compone hoy en día de doce personas, doce historias, doce corazones. Cada una de sus historias, de sus rostros, de sus sonrisas al recibir la visita de unos jóvenes y un pequeño detalle navideño fue más que suficiente para darse cuenta de que hoy en día, en esta sociedad tan comunicada, pero a la vez tan fría, tan cercana, pero a la vez tan sola, que no hace falta realizar grandes regalos ni preparar grandes cenas, lo único que hace falta para realmente llevar el mensaje de Dios es abrir los brazos y los oídos a aquel que realmente lo necesita.
Oímos historias interesantes de lucha, de superación, de soledad y de amor. Nos reímos ante las divertidas ocurrencias y se nos encogió el corazón ante las penurias pasadas. En un principio, éramos nosotros quienes íbamos a hacer una visita y compartir la alegría navideña, pero podemos afirmar rotundamente que fueron ellos los que se ganaron un trozo de nuestro corazón con su sencillez y su humildad.
No olvidemos que Jesús no nació en la más lujosa suite del más lujoso hotel entre las más finas sábanas de seda. Jesús nació en un pesebre entre los más pobres y a los primeros a los que se le anunció la buena noticia no fue a los señores de los grandes palacios sino a unos pobres pastores. Miremos a nuestro alrededor y pensemos por un momento en la gente que hay en nuestro entorno que pasará estas fechas sola e invitémoslas a compartir la alegría de la venida con nosotros. Da igual lo caro que sean nuestros regalos ni las copiosas que sean nuestras comidas, sino tenemos un corazón sincero y no compartimos el amor y la alegría de estas fechas con los nuestros de una forma sincera, no habremos realmente entendido el verdadero mensaje de Dios.
Feliz Navidad y próspero año nuevo.