Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Esta frase de Jesús, convertida casi en un dicho popular, un refrán, pretende poner las cosas en su sitio, distribuir los papeles y que nadie se meta en el terreno de nadie: Iglesia y Estado, religión y política.
Esta sentencia la pronuncia Jesús para distinguir la relación que hay entre la fe y la política, la religión y los asuntos de este mundo: relación difícil y que nos ha traído de cabeza sobre todo a los españoles en los últimos tiempos. Podemos distinguir dos posturas contrapuestas,
Hay quien quiere hacer de la religión, de la fe o de la Iglesia, una forma política de organizar la sociedad: quisieran un partido político que organizara este mundo con los criterios del evangelio, y que casi los impusiera.
El riesgo de esta postura es precisamente querer imponer la fe por la fuerza: en la historia ha habido ejemplos lamentables. La fe es una opción personal de respuesta a un don de Dios. Fe personal que por supuesto se manifiesta públicamente, políticamente, pero que no puede ser impuesta desde el exterior.
Otros, por el contrario, quieren una total separación de lo religioso y lo político: del estado y de la Iglesia. Exigiendo, a veces imponiendo, reducir la religión al ámbito de lo privado; y reclamando una sociedad marcada por una política y una configuración del estado y sus leyes que excluya lo religioso. Y por supuesto hay que deslindar lo privado de lo público. Se suele decir con frases hechas: «la Iglesia que se meta en la sacristía».
La pretensión de esta postura, y es la intención solapada de algunos políticos, es convertir la fe en algo reservado e íntimo, hacer de la Iglesia un recinto cerrado que no tenga resonancia en el exterior, que no se manifieste en comportamientos y acciones sociales, que no sea instancia crítica a lo que ocurre. Una iglesia callada, sin profecía.
La frase de Jesús: A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar, apela a la conciencia de cada uno. La conciencia personal es el sagrario donde el hombre escucha la voz de Dios y donde debe hacer el juicio moral para actuar libre y responsablemente. El creyente, en su conciencia, debe ser responsable de su sí a Dios: debe «dar a Dios lo que es de Dios»: esto es, una relación de amor filial y amistad que se traduce en un modo de comportamiento personal y público según el estilo del evangelio. Y desde aquí, debe «dar al Cesar lo que es del Cesar»: trabajar en la sociedad y en la política por un mundo más justo y más humano, esforzándose con su trabajo para que este mundo se convierta en Reino de Dios y brillen los valores del evangelio.
La fe auténtica se manifiesta en las obras… y por tanto, también en la obra pública que es la política, que debe organizar el bienestar de sus súbditos… de todos, no solo de los que piensan como yo.
No es fácil, ¿verdad?… Sí, tan difícil como todas las grandes aventuras.
Alfonso Crespo Hidalgo