La Iglesia recuerda en Adviento de una forma especial a María. La fiesta que celebramos, la Inmaculada Concepción, se enmarca en este tiempo litúrgico de Adviento. María es el modelo de cómo esperar al Señor. Así lo expresa su diálogo con el ángel Gabriel.
“Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo…”. Comienza el ángel saludando a María para después comunicarle la noticia: ¡serás la Madre del Mesías!
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». Con esta pregunta María sorprende al ángel cuando éste le anuncia que será la Madre del Hijo de Dios. Y el ángel, «mensajero de Dios» responderá a la inquietud de María con la explicación más sencilla del Misterio de la Salvación: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios».
El diálogo entre el ángel Gabriel y María es una bella síntesis de las virtudes primordiales del cristiano, esas actitudes profundas que deben motivar la vida de los creyentes: la fe, la esperanza y la caridad. Las virtudes teologales, así llamadas porque nos asemejan a Dios, brillan en este pasaje con luz propia.
María es ejemplo de Fe. «Hágase en mí según tu palabra», es la respuesta creyente de María a un Misterio que le desborda: ella será la Madre del Mesías. Sólo desde la fe, se puede aceptar este misterio insondable. Porque la fe es dar «un salto generoso de aceptación de lo que no vemos, fiados de la Palabra de Dios».
María es prototipo de la Esperanza. La fe inspira la esperanza cristiana, «porque creemos, esperamos»; y María convierte su tiempo de espera del nacimiento del Hijo en un «tiempo de esperanza para toda la humanidad». En ella se cumplen las promesas de Dios: la Salvación del hombre, la venida definitiva del Reino es llevada en el vientre de una mujer sencilla. María traducirá en obras de amor su tiempo de espera y esperanza.
María se desvive en Caridad. María, que lleva en su vientre al Hijo de Dios, descubre que el primer nombre de Dios es Amor y Caridad y ella convierte el nombre de Dios en disponibilidad para todos: un corazón generoso que se desborda en amor a los hombres y que se concreta en actitudes de caridad para con el necesitado. Por eso el primer gesto de María será visitar a su prima Isabel, que estaba encinta y necesitaba ayuda.
El sí generoso de María, que nace de la fe, engendra esperanza y caridad, es un desafío para nosotros en este tiempo de Adviento. Hoy nosotros estamos llamados a “convertirnos al Señor”, o lo que es lo mismo, a decir a Dios que sí, como María.
Las palabras que el Evangelio pone en boca de Isabel, son las primeras letanías de alabanza a María: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Dichosa tú que has creído!»