Hasta los mejores maestros se cansan. Jesús es un gran pedagogo, pero incluso él tiene derecho a la queja. Jesús aparece en este pasaje bíblico un poco cansado. Hace en alto una pregunta sobre la eficacia de su mensaje: ¿quedará fe en la tierra cuando vuelva de nuevo? La clave de la respuesta la insinúa el Maestro en la necesidad de orar. La oración fortalece la fe.
Mediante una sencilla parábola de una pobre viuda que pide justicia a un juez injusto, Jesús refuerza su enseñanza de la necesidad de orar con insistencia, de perseverar siempre en la oración para alcanzar la gracia de Dios. La oración requiere en el orante una actitud humilde, reconociendo la propia indigencia; y a la vez, ha de ser perseverante porque Dios no concede la gracia para quitarse a los molestos sino para premiar a los que desde su libertad le suplican: Dios que es Dios, que es justo, hará justicia a quien se la pide con fe y constancia.
Hay muchas formas de oración, y muchos medios para orar. Pero entre ellos sobresale la oración que hacemos «abriendo la Biblia». La Palabra de Dios es un instrumento esencial en nuestra oración: a través de su lectura, se escucha a Dios que nos habla, y a través de nuestra oración, se le responde con una confiada apertura del corazón. Como señala Benedicto XVI, esta práctica puede producir una «nueva primavera en la iglesia». San Pablo le recuerda a Timoteo que él conoce desde niño la Escritura y que ella puede darle la sabiduría. El apóstol describe el servicio que puede prestar la Escritura con estas palabras: Toda escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud. Analicemos los verbos que emplea el apóstol:
Enseñar: en la Palabra de Dios tenemos el mejor mensaje, en ella podemos aprender la historia de la relación de Dios con el hombre, y también las grandes verdades de nuestra fe.
Reprender y corregir: la Biblia también contiene un «código de vida», unas enseñanzas morales que orientan la vida de los creyentes. Con ella en la mano, podemos orientar nuestras acciones, podemos corregir nuestros errores y alentar nuestro esfuerzo.
Educar en la virtud: La Biblia es el libro del mejor Maestro. En ella se inspira la Liturgia y la Catequesis, y con ella nos educamos desde pequeños para seguir una vida virtuosa. Si nos sentimos enseñados, corregidos y educados por la Palabra de Dios, podemos exclamar como el apóstol: el hombre que confía en Dios está perfectamente equipado para toda obra buena. Y la fuerza de la fe, don de Dios, fruto de la gracia de Dios, permanecerá en nuestros corazones para la transformación del mundo.
Volvamos a la pregunta inicial, en forma de lamento, que hace Jesús: ¿quedará fe en la tierra cuando vuelva de nuevo? Como buen Maestro, Jesús nos ha dado una pista: si oramos con insistencia, la respuesta será afirmativa… con la gracia de Dios.
Alfonso Crespo Hidalgo