Recordáis el refrán: «hay tres jueves que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y la Ascensión». Los dos últimos, los celebramos ya en domingo. Hoy es el Día del Corpus: un domingo que brilla más que el sol. Celebramos una doble fiesta.
El Corpus Christi es la fiesta del amor desbordante de Dios. Dios Padre nos envió a su Hijo, hecho hombre como nosotros. Y Jesucristo, después de sacrificarse en la Cruz por la salvación de todos, se sigue entregando en cada Eucaristía como signo actualizado de aquella entrega. Decir Corpus Christi es decir «amor apasionado de Jesucristo por todos, hasta morir por nosotros». Y este amor de Dios tiene dos nombres emblemáticos, dos caras de una misma moneda que nos muestra el rostro de Dios: Eucaristía y Caridad.
«Hoy es el día de la Eucaristía». Jesucristo, el Señor, después de vivir entre nosotros un tiempo, de morir por nuestra salvación, resucita y vuelve al Padre. Pero, Jesús quedó prendado en el amor a los hombres y quiere quedarse con nosotros. Sabedor de la indigencia congénita de los hombres, se queda como alimento. Ya anunció a los discípulos en los caminos de Galilea: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y en su despedida, en aquella entrañable Ultima Cena, nos deja la primera Eucaristía. Jesús sentó a la mesa a sus amigos y los convirtió en comensales. Les da a comer su cuerpo: Tomad y comer, esto es mi Cuerpo. Y les deja como testamento un mandato de amor: ¡hacer esto en memoria mía!
Desde entonces los cristianos celebramos la Eucaristía, comemos el cuerpo del Señor y saciamos nuestra ansia de eternidad… A tanto amor, hemos querido responder con amor: hemos guardado algo de la comida y hemos reservado en el Sagrario al mismo Cristo. Y hemos convertido este lugar en el centro de peregrinación: en la soledad del Sagrario, abrimos diálogos con el Maestro y saciamos nuestra sed de sabiduría.
«Hoy es, también el día del amor fraterno». Porque el verdadero amor siempre se desborda: el amor de Dios derramado en nuestros corazones hace que nosotros seamos vehículo de amor. Por ello, hoy celebremos el día del amor fraterno, un amor que mira a los otros. El amor exige caridad misericordiosa, justicia y paz, dar de comer al hambriento, visitar al preso, tender la mano al joven perdido, acoger al niño abandonado… Si Dios nos ama, nosotros le devolvemos amor amando a todos sus hijos, nuestros hermanos, cumpliendo en un único mandamiento el doble mandamiento de «amar a Dios y al prójimo». Caritas anima y gestiona este amor hecho «caridad inteligente»: no solo da de comer al hambriento o cobijo al sin techo, sino que quiere promocionar al pobre hasta la dignidad de lo humano y ofrecerle su entrada en la comunidad eclesial.
El Corpus es el día «del amor más grande», un amor que merece ser celebrado. Y por ello, hoy los cristianos nos lanzamos a la calle, en una procesión que es manifestación de amor y proclamamos que el amor de Dios tiene dos nombres: Eucaristía y Caridad.
Si unimos nuestras voces, en una procesión de amor, este domingo «relucirá como el sol», al oír nuestro canto: «Cantemos al amor de los amores…».
Alfonso Crespo Hidalgo