San José es sobre todo un hombre justo. Así, lo confirma el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia: «Dios, en su providente sabiduría, para realizar el plan de la salvación, asignó a José de Nazaret, hombre justo (cf. Mt 1,19), esposo de la Virgen María (cf. Lc 1,27), una misión particularmente importante: introducir legalmente a Jesús en la estirpe de David de la cual, según la promesa (2Sam 7,5 16; 1Cro 17,11 14), debía nacer el Mesías Salvador, y hacer de padre y protector para Él.
En virtud de esta misión, san José interviene activamente en los misterios de la infancia del Salvador: recibió de Dios la revelación del origen divino de la maternidad de María (cf. Mt 1,20 21) y fue testigo privilegiado del nacimiento de Cristo en Belén (cf. Lc 2,6 7), de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,15 16) y del homenaje de los Magos venidos de Oriente (cf. Mt 2,11); cumplió con su deber religioso respecto al Niño, al introducirlo mediante la circuncisión en la alianza de Abraham (cfr. Lc 2,21) y al imponerle el nombre de Jesús (cf. Mt 1,21); según lo prescrito en la Ley, presentó al Niño en el Templo… y, lleno de asombro, escuchó el cántico profético de Simeón (cf. Lc 2,25 33); protegió a la Madre y al Hijo durante la persecución de Herodes, refugiándose en Egipto (cf. Mt 2,13 23); se dirigía todos los años a Jerusalén con la Madre y el Niño, para la fiesta de Pascua, y sufrió, turbado, la pérdida de Jesús, a sus doce años, en el Templo (cf. Lc 2,43 50); vivió en la casa de Nazaret, ejerciendo su autoridad paterna sobre Jesús, que le estaba sometido (cf. Lc 2,51), instruyéndolo en la Ley y en la profesión de carpintero» (n. 218).
San José fue sobre todo un «hombre virtuoso». Entre sus virtudes destacan: la fe en el designio salvífico de Dios; la obediencia silenciosa a la voluntad de Dios, a veces incomprensibles para él; la observancia fiel de la Ley; piedad sincera y fortaleza en las pruebas; amor virginal a María, el ejercicio de la paternidad, el trabajo escondido.
La piedad popular celebra la universalidad del patrocinio de san José, «a cuya atenta custodia Dios quiso confiar los comienzos de nuestra redención y sus tesoros más preciados: su Hijo y su Madre». José «el hombre fiel y prudente, que el Señor puso al frente de su casa», es hoy un ejemplo a seguir: Dios, como ayer y como siempre, sigue buscando amigos, hombres y mujeres de confianzas a quienes entregarles el don más precioso: la Buena Noticia de la Salvación.
Tuit de la semana: Dios confió a José dos tesoros: su Madre y su Hijo, y él los custodio con prudencia y fidelidad. ¿Acojo con fe viva a Jesús y lo custodio con mi fidelidad?
Alfonso Crespo Hidalgo