BETANIA ES LA CASA DE LOS AMIGOS DEL SEÑOR. De nuevo, Jesús vuelve a Betania, junto a su amigo Lázaro, a quien resucitó y junto a Marta y María, las hermanas a las que invitó a vivir, como dos caras de la misma moneda, la oración y la acción. A la casa amiga acude el Maestro seis días antes de la Pascua. Cuando ya sabía que estaba cerca la hora de su muerte.
Y en Betania tiene lugar un hecho singular. María, que a los pies del Maestro había escuchado sus enseñanzas, coge un perfume muy valioso y lo derrama sobre los pies de Jesús, lavándoselos con agua y lágrimas, y secándoselos con sus propios cabellos. El gesto de lavar los pies al huésped es un signo de hospitalidad en la cultura oriental. Y María quiere significar que quien ha entrado en su casa no es un huésped cualquiera, sino el Señor de su vida. Por ello, cambiará el signo; quiere dar al Maestro el mejor perfume y la mejor toalla: el amor y la entrega fiel de su amistad. El evangelio certifica: la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Este gesto de pura gratuidad: derramar el perfume de la amistad sin esperar nada a cambio, enoja a Judas, el que manejaba la bolsa del dinero y los intereses, y se atreve a recriminar incluso al Maestro: ¿Por qué no se ha vendido este perfume y se ha entregado el dinero a los pobres? El evangelio aclara, con sorna: Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Y Jesús corrige al discípulo interesado: Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Y a los pobres los tenéis siempre con vosotros y a mí no siempre me tenéis. Judas no amó al Maestro, ese fue su pecado. Por ello, no entiende la gratuidad de la amistad… significada en el derroche de amor de aquel perfume.
Esta escena es un anuncio de la Pasión del Señor: Está cerca la hora… Y el Maestro conforta su ánimo con la oración confiada al Padre y con el bálsamo dulce de la amistad: se reúne con los amigos de Betania y se reunirá unos días después con los apóstoles en el Cenáculo de la Última Cena.
María, que volcó su amistad vaciando el tarro de perfume, quizás es la misma a la que llamamos María Magdalena; ella quiere obsequiar al amigo y Maestro, al Señor que resucitó a su hermano Lázaro con lo mejor que tiene: un perfume muy valioso. Pero, sobre todo quiere mostrarle en esta hora final su fidelidad a la amistad compartida. Su gesto es significativo: se vuelca a sus pies, derrama el perfume y derrama sus lágrimas. Y los seca con sus propios cabellos. Es el signo más claro de aceptar el señorío de Dios, a quien proclama su Señor, porque ella ha sido liberada del pecado por el amor del Maestro: Amó tanto porque… se le perdonó tanto.
El amor, la amistad, es el perfume más duradero, el bálsamo más suave. De ahí que Jesús exclame, ante la admiración de todos: ¡Dejadla… me unge para la sepultura!
Estamos invitados a acompañar a Jesús en esta Semana Santa, en esta hora final de su vida entre nosotros, aliviando su dolor con el perfume de nuestra amistad.
Alfonso Crespo Hidalgo