Hoy celebramos una fiesta entrañable. Muchos de nuestros pueblos detienen sus afanes de cada día, sus trabajos y preocupaciones, para congregarse en torno a la Virgen, con esa multitud de nombres que la piedad popular ha dado a la Madre del Señor y Madre nuestra. Los malagueños invocamos a María con el título de la Victoria, es la Patrona de la Diócesis, la Patrona de Málaga y Melilla.
La fiesta de hoy conmemora el nacimiento de María. Las fiestas de la Virgen siempre miran a las fiestas de su Hijo. Los misterios de María son páginas del Misterio de Dios. Por ello, cuando celebramos la fiesta del nacimiento de María, lo hacemos mirando de reojo a su Hijo: nace una mujer, María, destinada desde siempre concebir y dar a luz al Hijo de Dios. El nacimiento de María, recibe su grandeza del Nacimiento de Jesús.
Contemplar a María, ya desde su nacimiento es recorrer, hasta los pies de la cruz en el Calvario, la historia de una mujer fiel a Dios y a la misión encomendada. Ella, con su «sí radical a Dios», haciendo su voluntad, vence al pecado y canta su victoria sobre el mal, acompañando así la victoria de su Hijo, que es nuestro Salvador: ¡Ella es santa María de la Victoria!
Acojamos a María y celebremos su nacimiento. Acoger a una persona es aceptarla en su misterio, no querer abarcarla del todo, dominarla, sino respetarla en su riqueza y contemplarla en su singularidad.
El misterio de la natividad virginal de María es una página ejemplar del misterio de Dios. No acabamos de comprender a María sin aceptar el misterio de Dios, pero tampoco acabamos de contemplar del todo el misterio divino si no nos dejamos sorprender por el misterio profundo de la Virgen Madre: Dios quiso reservar del pecado original a quien sería su Madre, como una manifestación más de la victoria de la gracia sobre el pecado.
Una de las primeras palabras de María en el Evangelio de su Hijo es una explosión de sentimientos: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada. Esta predicción de la misma Virgen María en el Magnificat se cumple efectivamente en el amor y la veneración con que el pueblo cristiano de todos los tiempos y lugares ha honrado a María, la Madre del Señor.
La piedad y devoción de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento primordial del culto cristiano. Por ello, hoy nos detenemos con devoción de hijos ante la imagen de Santa María de la Victoria y le rezamos con la letra de su himno: ¡Muéstranos a Jesús, camino, verdad y vida de la Iglesia malagueña, que te invoca como Patrona!
Felicitemos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, en el día que conmemoramos su nacimiento: ¡Felicidades Madre por tu eterno cumpleaños!
Alfonso Crespo Hidalgo