«Que no tiemble vuestro corazón, ni se acobarde». Con estas palabras de aliento, anuncia el Maestro a los discípulos su despedida. Es la lección que prepara el momento de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección: la vuelta a la casa del Padre.
El mejor de los maestros no es el que impone su presencia y requiere de los discípulos una sumisión extrema, que les haga depender siempre de él. El maestro ejemplar, el mejor Maestro, es quien educa a sus discípulos para la mayoría de edad. Os he dicho todo, y ahora os toca a vosotros tomar las riendas de la vida en vuestras propias manos.
Jesús de Nazaret es un Maestro esencial y prepara a sus discípulos para los momentos de dificultad. Les vaticina que el seguimiento del discípulo tiene mucho que ver con el amor demostrado por éste. Por ello les anuncia: El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El maestro, desde la presencia cercana, anuncia ya su ausencia futura. Pero les indica también cuál es el lazo que puede seguir uniendo al discípulo con el Maestro: el amor.
Incluso les anuncia otra presencia: Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os recuerde lo que yo os he enseñado. Es el Espíritu Santo, el fruto del amor entre el Padre y el Hijo, el que queda en la ausencia de Jesucristo como el guía de la Comunidad de los discípulos, como el Señor de la Iglesia.
El Maestro se despide deseándoles la paz a los discípulos, pero con un matiz peculiar: Mi paz os doy. No como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. La presencia del Espíritu en la vida de la Iglesia es garantía de fortaleza y valentía: el nos recuerda la presencia continua del Señor Resucitado en medio de los discípulos de todos los tiempos, en medio de la Iglesia.
Celebramos hoy, la Pascua del enfermo. Entre las obras de misericordia que nos recomienda Jesús en el Evangelio, está la de visitar al enfermo. Y la recomendación la hace en primera persona: estuve enfermo y viniste a visitarme. ¿Y cuando lo hicimos, Señor? Cuando visitasteis a uno de estos pobres a Mí me visitasteis Con las obras de misericordia, nos enseña el Maestro que en cada desvalido y pobre, en cada enfermo, encontramos a Dios.
Alfonso Crespo Hidalgo