La beatificación del sacerdote jesuita Tiburcio Arnaiz tendrá lugar en Málaga el próximo 20 de octubre. La ceremonia estará presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.
Tiburcio Arnaiz nació en la ciudad de Valladolid el 11 de agosto de 1855. Fue hijo de una modesta familia de tejedores, muriendo el padre cuando Tiburcio tenía 5 años. Entró en el seminario con 13 años y fue ordenado sacerdote en 1890. Fue párroco de Villanueva de Duero (Valladolid), durante 3 años y después de Poyales del Hoyo, en la provincia de Ávila, durante otros 9. Durante estos años obtuvo la licenciatura y el doctorado en Teología. Muerta su madre, que vivía con él, decidió entregarse más al Señor.
Entró en el noviciado de la Compañía de Jesús en Granada en 1902. Tenía 37 años. Tras pasar por Loyola, Murcia, Canarias y Cádiz, llegó a Málaga en 1912, donde pronunció sus últimos votos como jesuita.
Fue misionero popular, director de ejercicios espirituales, confesor y director de almas. Su actividad pastoral se extendió por varias ciudades españolas, aunque donde dejó más huella fue en Málaga. Acudía a visitar enfermos en los hospitales y en los domicilios particulares, ayudándoles en lo material y sobre todo en lo espiritual. También los presos eran visitados por el padre Arnaiz quien les llevaba la palabra de Dios y su caridad.
En Málaga impulsó la construcción de una casa de acogida para mujeres con pocos recursos, promovió la apertura de la Librería Católica y cuidó escuelas y talleres de gente humilde. La Obra de las Doctrinas Rurales, que continúa hoy día, es la iniciativa más propiamente original del padre Arnaiz. Es una forma de evangelizar encarnándose los evangelizadores en las barriadas y pueblos más humildes.
Enfermó a principios de julio de 1926 cuando estaba predicando una misión en Algodonales (Cádiz). Fue trasladado a Málaga, donde murió, con fama de santo, el día 18 de ese mismo mes y año. Fue enterrado en la iglesia del Sagrado Corazón, después de estar expuesto su cadáver durante tres días a la veneración de los fieles y ser llevado por las calles de la ciudad. San Manuel González, que era obispo de Málaga y le conocía muy bien, presidió la oración fúnebre. Dijo de él que era “un persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.
En junio de 1994, el malagueño Manuel Antonio Lucena García, de 41 años, sufrió un infarto de miocardio que le mantuvo sin oxígeno alrededor de 10 minutos. Las pruebas radiológicas revelaron importantes daños cerebrales que hubieran producido secuelas físicas o psíquicas. La familia del enfermo, a petición de la hermana, encomendó la total recuperación a la intercesión del padre Arnaiz. El enfermó abandonó la UCI del Hospital Carlos Haya sin secuela alguna, mostrándose el equipo de cardiología perplejo. La consulta médica en la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos celebrada el 18 de diciembre de 2016 dio su voto favorable reconociendo como milagrosa esta curación.
(Los datos han sido tomados de la web padrearnaiz.es)