«LO ENVOLVIÓ EN PAÑALES Y LO RECOSTÓ EN UN PESEBRE...» (Lc 1,7)
Pero Dios en el pesebre allí lloraba y gemía…
y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía:
El llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía.
San Juan de la Cruz