NAVIDAD... DIOS NACE PARA DORMIRSE EN NUESTROS BRAZOS
PREGÓN DE NAVIDAD
NAVIDAD ES TIEMPO DE ALEGRÍA, GOZO Y REGOCIJO. El motivo y la fuente de tanta dicha es el Nacimiento del Hijo de Dios. Los cinco misterios gozosos del Rosario cantan con sencillez el profundo Misterio de lo divino y lo humano.
La Anunciación es una sorpresa de Dios. Cuando el ángel Gabriel saluda a la Virgen de Nazaret estalla en entusiasmo mesiánico: “¡Alégrate, María!”. Y le hace una propuesta sorprendente: “Serás la Madre del Mesías”. Y el “sí” de María abre la puerta de la salvación: ¡Nadie está excluido de la dicha, todos están invitados a la fiesta!
La Visitación es un ejemplo sublime de auténtica feminidad. El íntimo gozo del anuncio se ensancha al compartir María el secreto divino de su maternidad con su prima Isabel. El encuentro entrañable entre las dos confidentes, la presencia del Mesías en el seno de María y del Bautista en el vientre florido de la anciana Isabel, abre un bello diálogo: “Bendita tú entre las mujeres”, pregona Isabel; “Magnificat, engrandece mi alma al Señor!, canta María. El diálogo tiene una música de fondo: el patalear de Juan y el silencio humano del Hijo de Dios. ¡Nunca una visita, trajo tanta esperanza!
El Nacimiento del Hijo de Dios, el Salvador, es la Buena Noticia, el titular esperado por los siglos. La alegría y el gozo se desbordan en regocijo en la escena de Belén: el divino Niño en su cuna, es cantado por los ángeles y anunciado a los pastores con acompañamiento de música celestial. Los Reyes de Oriente inundarán de encanto el Portal: ¡Alegría y villancicos… qué resuenen las zambombas!
No es casual que nuestras fiestas de Navidad se revistan de gozo y alegría, que nuestros cantos sean de regocijo y júbilo. Hay motivos para ello: Dios está entre nosotros y se ha acercado tanto a cada uno, que se ha hecho Niño, para que le acunemos en nuestro corazón y le susurremos nanas en nuestra oración. Como dice el poeta: “¡Dios ha venido para dormirse en nuestros brazos!”.
Pero no hay historia humana que no se revista de dolor. Y Dios, hecho hombre, no quiere ser ajeno a esta cruda realidad. Los dos últimos misterios gozosos, aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama. La Presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha por la ofrenda del Niño a Dios, nos deja la escena del viejo Simeón, mirando embelesado al Salvador que aguardaba y profetizando que este débil Niño “será señal de contradicción para Israel y una espada traspasará el alma de su Madre”. Como canta el dicho popular: “¡Donde está lo humano, el gozo y el dolor van de la mano!”.
Gozoso y dramático es, también, el episodio que narra el quinto misterio: El Niño perdido y hallado en el templo. Jesús, adolescente, hace “una travesura”. el Niño manifiesta su sabiduría divina mientras escucha y pregunta a los doctores, ejerciendo ya el papel de Maestro. La revelación de su misterio de Hijo, “dedicado enteramente a las cosas de su Padre” causa dolor a María y José que no comprendieron sus palabras. Después lo entenderán todo. ¡María, la Madre de Dios será la primera discípula de su Hijo!
Añadimos un “sexto misterio” gozoso: María deja al Niño en la cuna de mis brazos. En Navidad, seamos como niños que abrimos los ojos de admiración ante el Misterio. Recordemos el consejo del Maestro: “si no os hacéis como un niño no entraréis en el Reino de los cielos”. Belén es “el prólogo de una bella historia”, que culmina en el Calvario… Pero, ahora, María nos invita a que gocemos del inicio: Dios ha nacido entre nosotros y ¡viene a dormirse en nuestros brazos!
Alfonso Crespo Hidalgo
Parroquia de San Pedro. Málaga