
En el Evangelio hay frases que son como relámpagos. Frases que resumen de una forma gráfica y sencilla el insondable misterio de Dios. Una de ella es: Dios es amor. Pocas definiciones hay de Dios en el evangelio, pero ésta es la más contundente.
Y nada puede definir mejor lo indefinible, el Misterio de Dios, que aquello que nos es más cercano y connatural al hombre: el amor. Si el hombre es un ser que ama, es más, un «ser que se construye amando», Dios, a quien no vemos, no podemos sino definirlo como el perfecto Amor. Y por eso el amor, también, identifica al cristiano: ¿quien es un cristiano? aquel que amando, se parece a Dios.
Pero el amor, como todos los grandes conceptos, es muy manipulable. Hay muchas formas falsas de amar: hay quien de su amor hace un «fondo de inversiones»: «amo para que me amen». En realidad, se esconde una forma solapada de egoísmo. Y el egoísmo sólo puede cosechar soledad. El amor cuando se hace posesivo rompe la relación y encierra a las personas en el círculo vicioso del egoísmo compartido e inagotable.
Hay también quien del amor hace una «letra de cambio»: «amo solo a quien me ama» o «espero a que amen para dar amor». Quien así actúa, por lo regular termina desesperado en la espera de recibir limosnas de amor. Mendigo de caricias y de sonrisas, vive como un continuo insatisfecho: esclavo de la medida de lo que recibe, no sabe gustar del sabor de lo que puede entregar.
Otros, incluso, menosprecian el concepto de amor: se piensa que el amor se puede comprar con un «cheque al portador»: se pisotea y manosea esta definición de Dios, reduciendo el amor a sexo, la amistad a negocio, las relaciones humanas a contactos sociales hipócritas. Y cuando se compra lo que no tiene precio, terminamos poseyendo sucedáneos que nos dejan profundamente vacíos.
Ante el riesgo de una «falsa definición de Dios», Jesús nos deja claro cómo entiende Él el amor: ¡nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Aquí está la clave del verdadero amor. Por eso, el ejemplo más parecido de como amar lo escoge Dios del amor humano más preclaro: Dios ama como un padre, como una madre ama a sus hijos: «es una inversión a fondo perdido». Y es un amor de tal calidad, que alcanza a amigos y enemigos; porque «Dios no hace distinción de personas».
Es claro el radicalismo de Jesús: amar es ¡dar la vida! Y esto, proclamado unas horas antes de morir en la Cruz, adquiere la grandeza de un testamento. Y nos reclama a sus discípulos, a los que él amó primero: «amor con amor se paga». Y no hay más que decir.