No valen las disculpas de que ya hemos hecho bastante, o de que sean otros los que asuman más trabajos porque nosotros no tenemos ya más fuerzas. Queda mucha tarea por hacer y, a la vista de cómo está el mundo que nos rodea, no hay tiempo para descansar. No desaprovechemos ni un segundo de nuestro paso por esta vida para construir una sociedad más humana. Estamos obligados a consumirnos en esta hermosa tarea.
La santidad no es para las personas tristes y amargadas. Ni para los que se quejan continuamente de que todo les va mal. Tampoco para