Somos muy dados a ver la paja en el ojo de los demás, mientras que nos cuesta distinguir que en los nuestros hay una viga que desenfoca la realidad. ¡Cuánto mejor nos iría si no empleáramos tiempo alguno en criticar lo que hacen o dejan de hacer los otros.
La santidad no es para las personas tristes y amargadas. Ni para los que se quejan continuamente de que todo les va mal. Tampoco para