Mirar al cielo, sí. Porque es donde queremos ir. Para estar con Dios. Para gozar con él eternamente. En la conmemoración de la Ascensión del Señor celebramos también que nosotros estamos llamados a dejar este mundo terrenal para resucitar a la vida verdadera, la que no tiene fin. Y llegaremos a ella no por nuestros propios méritos, sino por los méritos de quien murió por nosotros y con su muerte nos rescató. Por eso conviene que dediquemos más tiempo en esta etapa terrenal a aspirar a la otra vida y a hacer méritos para llegar con el mejor equipaje posible.
Resulta fácil sonreír a quien nos sonríe, saludar a quien nos saluda, ayudar a quien nos ayuda, escuchar a quien nos escucha… Pero qué difícil