Acercarnos a Dios desde la sencillez de nuestra pequeñez, reconociendo nuestras miserias con toda humildad, es la mejor manera de que Él se nos muestre benigno y misericordioso. Es Padre que conoce a sus hijos mejor que éstos se conocen a sí mismos, por lo que intentar mostrarnos ante Él engreídos y perfectos es el mayor de los errores que podemos cometer. Que nuestra plegaria sea siempre postrarnos tal cual somos, pecadores cargados de defectos que suplican misericordia.
No son los otros quienes han de cambiar este mundo dividido, con guerras, odios y miserias humanas; esta tarea la tenemos encomendada quienes creemos en