Son los hechos, no los dichos, los que demuestran si amamos a Dios o nos amamos a nosotros mismos o a cualquier cosa mundana. Quien se arroja en los brazos de Jesús deja de lado los egoísmos y todos los ropajes que lo envuelven: soberbia, idolatrías, sumisión al mal… Humildad, paciencia, servicio, eso sí nos dice mucho del alma que se entrega a vivir conforme nos pide el Señor. Muchos, a lo largo de la historia, eligieron este camino por el que todos los bautizados debemos caminar.

Señor, gracias por tu muerte y resurrección. Gracias porque has cargado con nuestras debilidades, liberándonos de ellas. Gracias por tu misericordia, que permanentemente perdona nuestras