La sociedad en la que estamos inmersos necesita personas humildes, serviciales y honestas. Sobran los soberbios que se consideran superiores a los demás. Por desgracia, éstos son los que más abundan. Nosotros también pecamos de este grave defecto. Con frecuencia nos sobrevaloramos. Tenemos la osadía de mirar a los otros como si fueran inferiores, menos cultos, menos inteligentes, peores cristianos… Nos vendría bien reconocer que somos un poco de barro.
Salgamos de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios, que está presente en los hombres que nos rodean. Sepamos estar atentos a las personas