Mucho ruido encontramos en nuestras vidas. Proviene del exterior, pero también de nuestro interior. Y tanto ruido impide que escuchemos lo que realmente interesa: a Jesús, que, aunque nos habla siempre, solamente podemos escucharle con total nitidez cuando hay silencio en nuestro entorno. Conviene que, de vez en cuando, nos apartemos a donde podamos oírle con nitidez, apagando todas las voces que nos impidan escucharlo. Con toda seguridad, saldremos transformados y llenos de paz.
No son los otros quienes han de cambiar este mundo dividido, con guerras, odios y miserias humanas; esta tarea la tenemos encomendada quienes creemos en