No importa que no la veamos. Sabemos que la gracia divina está presente en los que creemos en Jesús. Con ella se nos otorga un poder inmenso, pues quedamos transformados en hermanos del Señor y en hijos de Dios. ¿No supone esto tener una fuerza sin límites? ¿Qué nos impide lanzarnos a transmitir esta fe? ¿Por qué tenemos miedo de compartir esta dicha con los que aún no conocen que existe?
Cuando se ama como Cristo quiere que amemos a los demás, el corazón siente un deseo permanente de hacer obras buenas. Por eso los creyentes