No es nada bueno quedarse cruzados de brazos, sin hacer nada. Porque las personas ociosas, que no saben qué hacer o no quieren realizar ninguna tarea, son propensas a los lamentos cuando las cosas no van bien o ellas se encuentran en situaciones complicadas. Hay que estar bien activos. Porque el alma es propensa a dormirse en la comodidad, la abulia y la apatía. Estar ocupados todos los momentos del día es síntoma de vitalidad, de querer seguir aportando energías para avanzar en el seguimiento de Cristo y construir un mundo mejor.

Vestir al desnudo, dar de comer al hambriento… El Evangelio nos insta permanentemente a amar a Dios y a los hermanos, que son criaturas suyas.