Sobran complejos en los que nos consideramos creyentes. A menudo carecemos de la fuerza necesaria para demostrar que la fe es algo muy vivo que puede y debe alumbrar a los hombres de hoy. Nos mostramos débiles. Tal vez por comodidad o por falsa modestia. Pero hoy más que nunca es preciso que nuestra fe, vivida plenamente, hable a las gentes de nuestro entorno que el amor de Dios es lo único que puede hacernos más humanos y solidarios, más libres y comprometidos. Porque la fe es lo único que nos salva.
No se nos piden heroicidades, ni que nos enrolemos en aventuras que nos superan. Lo que Cristo nos pide es que nos demos a Él